«Eres mía», de Romeo Santos

“Eres mía”, de Romeo Santos
“Eres mía”, de Romeo Santos

Escalofriante me resulta esta canción y su correspondiente videoclip. Evidencia, de manera clara, una relación de violencia de género, pero queriendo disfrazarla de «amor». Por hacer un resumen: una pareja rompe y ella rehace su vida. Él, lejos de asumir la ruptura, decide acosarla, intimidarla. Pero todo se viste bajo la peligrosa perspectiva de «la reconquista amorosa» (un término para analizar).

A continuación, iré desgranando lo que yo veo…

Para empezar, el título: «Eres mía». No, yo no soy de nadie. Sólo soy mía. Qué manía con hacer de las relaciones afectivas una posesión.

Para continuar, el escenario 1: la calle. Ella camina por la calle, con una bolsa de la compra, mientras quien parece su ex novio la persigue y observa todos sus movimientos desde un coche, sin que ella sepa nada. ¡Ajá! Primera forma de violencia detectada (sin contar con el título): la persecución es una forma de acoso y de limitación de nuestra libertad, no una forma de preocupación por nosotras ni una muestra de amor.

Ella recibe un WhatsApp de su actual pareja y, al contestar, se le cae una manzana roja, como la de Blancanieves. La manzana envenenada rueda por el suelo hasta que la detiene un pie.

Escenario 2: la casa. La chica entra en su casa y, cuando empieza a subir las escaleras, aparece una escena que me pone los pelos de punta: el pie del acosador, que se ha colado en el portal, se pone entre la puerta y el marco para evitar que esta se cierre. Y allí que se planta él. Allanamiento de morada en toda regla. Pero es que, ¡ojo! Dad para atrás un poco el vídeo, por favor… ¿Habéis visto anteriormente ese pie, verdad? Sí, amigas y amigos… Es el que ha parado la manzana, cuando a ella se le ha caído en la calle.

La chica, que recordamos estaba subiendo las escaleras, se da la vuelta mirando hacia la puerta y, del susto y del miedo que lleva encima, se le cae la compra. Él entra comiendo la manzana roja, para dejar bien clarito que venía persiguiéndola desde hace rato.

Pero es que, dios santo… todavía ni ha comenzado la letra. Y aquí la primera frase: «ya me han informado que tu novio es un insípido aburrido«. Venga, a menospreciar a su actual pareja con la única intención de hacerle un poquito de daño a ella.

La chica baja las escaleras y le sigue hasta la cristalera del salón. Pero no para volver con él, no; sino para rechazarle a través de un empujón. Y él, en lugar de dejarla en paz, le agarra de la cintura y de los brazos para ponerla contra la ventana. Él, sonríe. A ella todavía no le visto ni una sola muestra de felicidad. Pero tío, ¿no te has dado cuenta de que pasa de ti, que no quiere ni verte?

«Dice tu amiguita que (tu novio) es celoso, (que) no quiere que (yo) sea tu amigo… Sospecha que soy un pirata y (le) robaré su flor«. Primero, lo de «tu amiguita». Ahí, utilizando un diminutivo peyorativo para dirigirse a una amiga de ella. ¿Y qué me decís de lo de «robar su flor»? ¿La flor de quién? Por favor, Romeo, que la cosa es seria. Las mujeres no somos flores de nadie, no estamos metidas en jarrones machirulos y nadie nos roba. Apúntatelo para la próxima, anda.

Escenario 3: el bar. Ella ha quedado con sus amigas y, ¡atención!, creo que es el único momento en que la veo feliz, sonriendo; cuando está con sus amigas. Él, no contento sólo con haberla perseguido por enésima vez, le dice al camarero en plan machito que le ponga un cóctel a ella.

Y mientras todo esto va sucediendo, la letra dice: «No te asombres… si una noche… entro a tu cuarto y nuevamente te hago mía». ¿Perdona? ¿Entro a tu cuarto sin tu consentimiento y te hago mía? ¿Es una amenaza de violación? Explícame, Romeo, porque no sé si se me está yendo la pinza con tus letras. Y la siguiente joya: «bien conoces… mis errores… el egoísmo de ser dueño de tu vida. Eres mía, mía, mía; no te hagas la loca, eso muy bien ya lo sabías«. ¡Anda! Que encima se justifica, ¡¡que ella ya estaba advertida!! Así que, suponemos que no pasará nada si él le hace algo a ella. Porque es que ella… ella ya lo sabía.

Escenario 4: la boda. Vaya, qué raro. Él en su cochazo se dirige hacia la boda, donde obviamente no está invitado. Cuarta escena, cuarta persecución y acoso. «Si tú te casas… el día de tu boda le digo a tu esposo, con risas… que solo es prestada la mujer que (él) ama… porque sigues siendo mía«. Ni me detengo a analizar, pero sólo una cosa: ¿que el ex novio le ha prestado la mujer al otro chico? ¿Además de flores, somos cromos intercambiables? Venga, por favor…

Y ahí, un grupo de niñas tira un jarrón que está lleno de manzanas rojas… las malditas manzanas rojas que, por supuesto, se van a juntar con él más adelante.

«Dicen que un clavo saca un clavo, pero eso es solo rima. No existe una herramienta que saque mi amor«. Pues chico… siento tener que decírtelo, pero igual tienes un problema y quizá deberías buscar ayuda. Acepta la ruptura y no trates de justificar tu comportamiento violento constantemente.

Escenario 5: el sofá y la cama. En el sofá, él intenta mantener contacto físico con ella. Ella le rechaza. Y algunos me dirán que sólo le rechaza porque hay instalada una cámara de vídeo, sólo por si su novio la puede pillar. Pero que en el fondo, ella tiene ganas. Porque, además, este grupo de personas verán sexo consentido en la escena de la cama (y pasaré por alto dos detalles importantes: el hecho de que él coja el móvil de ella porque sí, sin su permiso, simplemente porque le da la gana, y el de su cara final, sonriente, como mostrando su triunfo varonil). Y estas personas dirán: «¿pero lo ves? Si ella también quería».

Y entonces yo diré que no habrán entendido nada de lo que venimos hablando. Porque oigan: un NO es un NO. Y la chica viene diciendo, desde el minuto uno de la canción, que pasa de él. Así que, valiente machirulo: deja de intimidar, de insistir, de acosar.